Sí, ya está bien de soportar amenazas, invitaciones violentas a bajar la puerta de tu negocio, ser el objetivo persistente de pandillas de descerebrados que hacen de la calle un paisaje bronco por el que reparten insultos y suciedad. Esto, aunque a veces lo parezca, no es el viejo oeste, ni el barrio se ha transformado en selva urbana en la que las personas puedan tornarse en animales y destrozar lo que les salga al paso.
Sí, ya está bien de aceptar los atropellos como algo normal, de sentir el aliento del miedo en el cogote, de ver como ponen cerco a tu empresa y a tu medio de vida sin que suceda absolutamente nada.
Sí, ya está bien de hacer del salón el pim, pam pum de la zona sobre el que puede lanzarse de todo: pintura, odio, malos presagios y acciones propias de tipos vandálicos.
Creo que ya está bien. Y pienso, quizás ingenuamente, que para acabar con tan indeseable situación deben de existir policías, locales y nacionales, municipios preocupados, jueces de guardia y otras fuerzas del orden encargadas de devolver la paz y la normalidad al barrio en el que pretendo trabajar honradamente y hacer rentable, si puedo, un local en el que invertí dinero, ilusión y sacrificio. ¿Lo conseguiré o estoy pidiendo demasiado?
