Mi experiencia de más de cuatro décadas en el juego me ha permitido ser testigo o notario de varios intentos por reagrupar a los integrantes de todos los subsectores. Estos movimientos de carácter unitario se han dado por lo general en épocas convulsas para el juego. Como se cernían serias amenazas sobre las empresas por acciones políticas o mediáticas destinadas a erosionar la industria.
Nunca hasta hoy se había desencadenado un seísmo de las proporciones mediáticas sobre el juego como del que estamos siendo testigos actualmente. Que es producto de una sociedad de la información en la que todo circula a velocidad de vértigo por las redes sociales, mezclando verdades, fabulaciones y mentiras. En la que todo se airea y nada se contrasta hasta encontrar el eco deseado en los medios audiovisuales y escritos.
¿Qué hacer frente a una ofensiva como la que hay contra el juego que deja en situación de claro desamparo a la propia industria y sus empresas? La triste realidad es que hay que asumir que si la batalla no está perdida sí se plantea, de entrada, con manifiesta inferioridad de condiciones por parte del empresariado. Y para paliarlo, como en ocasiones precedentes, se alzan voces pidiendo espíritu unitario. Son dignas de apoyo. Pero la experiencia, y los hechos históricos registrados, indican que existen demasiados egos, exceso de personalismo y afán de notoriedad por algunos que hacen inviable todo intento de agrupar y fortalecer. Una pena que se ha vivido con anterioridad.
