Lo de Andalucía es una muestra de sensatez, de cordura política. El consejero de Hacienda de la Junta informó de la pretensión de establecer, para los nuevos establecimientos de juego, una distancia de 150 metros respecto a los accesos a centros de enseñanza o institutos. La medida está dictada por la prudencia y queda muy lejos de otras pretensiones absolutamente disparatadas cuyo objetivo no es otro que poner en jaque al sector hundiéndolo económicamente.
Los políticos, que en general de la realidad del juego saben muy poco y del ejercicio de la demagogia son maestros, deben de reflexionar y documentarse convenientemente antes de entrar a saco en las normativas del sector para plantear barbaridades regulatorias. Por desgracia se está poniendo de moda una especie de competitividad para ver que gobierno autónomo protagoniza un mayor dislate sobre el juego, quién desbarra más, cual se muestra más feroz en sus restricciones.
Lo de los 850 metros de la Comunidad Valenciana, y sus añadidos que no son moco de pavo, representan una verdadera tropelía, una sinrazón carente de toda lógica y una propuesta, irreflexiva o a sabiendas, para cargarse de lleno, económica y laboralmente, a todo un sector. Los artífices de tamaño desatino no harían mal en mirarse en el espejo de Andalucía y a lo mejor, quién sabe, se les caía la cara de vergüenza. Pero quizás no la han conocido, que también podría ser.
