Hay reguladores autonómicos, pienso que más de los debidos, que se muestran esquivos con las llamadas del sector. Que rehúyen hacer acto de presencia en las convocatorias del juego. Que rechazan por sistema las invitaciones que se les formulan y que tienen como finalidad última y esencial establecer una cercanía y diálogo con los empresarios. Podrían dar nombres y apellidos, de antes y de ahora, y mencionar como contrapartida la de aquéllos que de manera natural siempre se mostraron dispuestos a estar y participar en los encuentros sectoriales.
Esta postura reacia a la comparecencia pública junto a las gentes de la industria por más que se enmascara en problemas de agenda u otros pretextos obedece en última instancia al propósito de no pocos reguladores de marcar distancias con el juego. De poner de manifiesto que están ahí para cumplir unos requisitos y salirse muy poco de los mismos en el plano de la interlocución y la cercanía. Y en base a ésos criterios y métodos de comportamiento hay reguladores que se dejan ver lo imprescindible y hasta si pueden lo evitan.
Este distanciamiento premeditado y pertinaz en algunos casos lo que saca a relucir es que hay directores generales que están ahí por ocupar un sillón, por imposición e interés personal pero sin ningún ánimo de familiarizarse con el juego, de comprender, escuchar o empatizar con sus gentes. Y habría que recordarles, por si se les olvidó, que son unos servidores públicos y que su gestión incluye ser y estar. Lo contrario es fariseísmo puro, doble moral y hacer dejación de funciones. No se trata de hermanarse con el juego, pero sí al menos de familiarizarse con él.
