No será que los señores del gobierno y sus portavoces no nos han mentido con el asunto de las mascarillas. Primero Don Simón asegurando que no hacían ninguna falta y después desmintiéndose así mismo para decir lo contrario. Luego haciéndola voluntaria y a continuación decretando su obligatoriedad y por último afirmando que no se podía bajar su IVA para proceder a la reducción del impuesto a la hora siguiente de su negativa pública.
El tema de las mascarillas viene a ser una metáfora que define en sus términos más amplios la trayectoria del gobierno de don Pedro Sánchez Castejón. Que con él al frente y seguido fielmente por su corte de ministras y ministros no encuentran el menor reparo en decir una cosa y la contraria. En no parpadear llegado el momento de divulgar argumentos falsarios que no se sostienen y denotan un grado sumo de cinismo corporativo.
Lo tremendo del asunto, y peco de repetirme en éste sentido, es que tamaña situación, semejante estado de cosas es aceptado por la ciudadanía, o por una buena parte de ella al menos, con absoluta normalidad, sin que se alarmen sus sentidos ni se resientan sus convicciones. El gobierno práctica, con indesmayable dedicación, el juego del todo vale, de la amoralidad y el desahogo y millones de compatriotas no sólo tragan sino que se muestran entusiasmados y jalean una política trufada de infundios que son digeridos sin el menor síntoma de atragantamiento. Pues nada, a seguir jaleando.
