En la medida que proliferan las jornadas y mesas de debate sobre el juego se hace más difícil localizar un atisbo de originalidad. No hay tema que sorprenda por su frescura, que aporte enfoques novedosos, que estimule la curiosidad general. Se ha entrado en una dinámica repetitiva, machacona, con los mismos guiones e idénticos actores. Porque otro factor que invita al bostezo cuando no al puro aburrimiento es que los dueños de la palabra, los conferenciantes, ponentes y demás son tan buenos, están tan puestos en el asunto que no se bajan del escenario ni a tiros y suelen repetir en todos los saraos que se organizan.
Con la finalidad de no convertir éstas citas, presumiblemente informativas y generadoras de opinión, en un ejercicio tedioso al que se acude por inercia y sabiendo de antemano lo que se avecina no estaría de más abrir página. Y tratar de buscar savia nueva, que la hay en el sector, con ideas propias y un intento de salir de los temas manidos y mirar al futuro. El juego tiene delante asuntos muy preocupantes relacionados con las nuevas tecnologías que no se abordan. Y que habría que ir analizando y discutiendo. Todo menos seguir enredados con una película que nos sabemos de memoria y unos intérpretes achicharrados de tanto repetirse.
