El juego privado estuvo en otro tiempo tras las cortinas. Huía de salir a la luz pública, prefería quedarse en la trastienda. Esto fue así quizás, entre otras razones, por un complejo de inferioridad empresarial que todavía anida en la industria. La ofensiva política y mediática contra el juego ha hecho que las tornas cambien. Que es preciso personarse en los parlamentos regionales para dar allí la versión del juego, sus problemas y sus necesidades por boca de los protagonistas.
Nos llegan con cierta frecuencia, y cada vez con mayor asiduidad, noticias que informan de la presencia de representantes de entidades empresariales de la industria del juego en los parlamentos autonómicos. No son, por lo general, empresarios propiamente dichos los que se ocupan de ésta función que queda en manos de destacados profesionales que saben de lo que hablan y están en disposición de informar, debatir, matizar y poner blanco sobre blanco la realidad de un sector tantas veces objeto de un relato fruto de la distorsión y la maledicencia.
Que la labor de éstos portavoces acreditados del sector surta sus efectos y se salde con resultados positivos es otro cantar. Entre otras causas porque lo que vende del juego de cara a la opinión pública es la mala prensa y ésa los políticos la compran. Dicho esto debe reconocerse el trabajo concienzudo y esforzado que están llevando a cabo éstos profesionales y que, por descontado, ayuda y mucho a difundir la otra cara del sector, la del empresario serio y comprometido con una política responsable para unos negocios que también lo son. Por ése lado no queda otra que animar, agradecer y persistir.
