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DESDE LA AVENIDA Juan Ferrer

El bar ya no es lo que era

2 de mayo de 2017

Los bares, ay, ya no son lo que eran. Dejaron de serlo hace mucho, demasiado tiempo. El bar ha ido perdiendo alegría, identidad social y ésa atmósfera doméstica que propiciaba la charla, el acercamiento y la humanización de la parroquia en torno a un café o una caña de cerveza. El bar ya no tiene la chispa de antaño, que convertía la barra o la mesa del local en la segunda morada, o quien sabe si  la primera, de gentes que allí encontraban abrigo espiritual, entretenimiento y motivos para darle a la cháchara.

En el bar de la esquina, el de la plaza del barrio y el de toda la vida, ya no se oyen las musiquillas de las máquinas con la frecuencia que se escuchaban en otro tiempo. Ni hacen sus guiños multicolores, ni entonan la melodía de las monedas deslizándose en cascada ante la sorpresa y el júbilo del tipo que previamente había apostado las sobras del almuerzo o el carajillo.

La máquina del bar ha ido perdiendo juego en la misma medida que se escurrían los bolsillos de su clientela habitual, se despersonalizaba el local con nuevas escenografías y entraban en liza otras propuestas de azar. Y los resultados de éste cambio decorativo han traído consigo el declive económico de las máquinas, que no se ha visto atenuado por un descenso de la tributación. Es más: hay gobierno que ha tirado para arriba.

El panorama, lejos de clarificarse, amenaza con tornarse más oscuro de lo que está. Y hablamos de las máquinas y de su futuro. Que no está para lanzar cohetes y que podría ensombrecerse todavía más, que ya es pintarlo negro, si prospera lo de las terminales de boletos u otros productos en hostelería. Los operadores se han puesto en guardia y defienden su territorio con uñas y dientes. Y solicitan de paso un revulsivo para las maquinitas de nuevo cuño. Que sean, dicen, más chisposas, más atractivas. Y que se amplíe la oferta con otros modelos.

Me parecen loables todos los intentos que se hagan para defender el territorio de los operadores en los bares. Están en su derecho y merecen el respaldo de las administraciones. Pero tampoco conviene perder el sentido de la realidad: El bar ya no es lo que era y desgraciadamente, si ponemos el espejo retrovisor, comprobaremos que ya nunca recuperará la alegría desbordante de un tiempo que se fue.