Autor

DESDE LA AVENIDA Juan Ferrer

En compañía de amigos

13 de marzo de 2025

Huyo de las comidas con mucha gente. Y trato de escabullirme de otras en las que intuyo de antemano que no me encontraré a gusto. La edad, lo mucho vivido y las experiencias recogidas hacen que me vuelva muy selectivo a la hora de sentarme a comer. Quiero hacerlo con amigos, con personas conocidas que me permitan compartir una sesión gastronómica, por supuesto que con alicientes culinarios capaces de satisfacer a un sibarita con billete sin retorno, dentro de un ambiente donde impere la confianza y la alegría de vivir.

Fiel a ésos postulados compartí días atrás mesa y mantel con Alberto Moreno y Antonio Valle de R.FRANCO junto con mi hijo José Ignacio. No conocía personalmente a Alberto y celebro haber tenido la oportunidad de entrecruzar opiniones y evocar con él páginas de un sector que conoce muy en profundidad y sobre el que tiene las ideas claras. Moreno pude apreciar que sabe muy bien el terreno que pisa, lo que puede y debe decir y lo que hay que callar atributos todos que se reservan los profesionales que dominan las entretelas del sector y se sitúan en las posiciones adecuadas en función de las circunstancias.

Conozco a Antonio Valle, Toni, un montón de años. Es un tipo extrovertido, dueño de una cordialidad que le sale de manera espontánea y que transmite optimismo y ganas de vivir. Por si éstas cualidades no fueran suficientes Toni es un hombre culto. Y con fino sentido del humor que siempre he valorado por no abundar demasiado en los tiempos que corren. Me recibió recitándome de carrerilla unas frases hermosas de Bertholt Brecht, el gran dramaturgo alemán que escribió un teatro de la máxima altura intelectual, frases que tuvieron la virtud de emocionarme en una época de mi existencia en el que la sensibilidad se desborda cuando te tocan el alma. Toni lo hizo y tengo que decirlo y por descontado agradecerlo.

Comidas como las descritas, en compañía de amigos, son las que reconfortan, las que satisfacen y nos confirman que compartir mesa y mantel, con delicias encima para regalar al paladar, es un ejercicio tan placentero como solidificador de afectos que acrecientan las ganas de seguir en este mundo de nuestros sinsabores. Que no son pocos.