Ha estado valiente Albert Sola, presidente de EUROPER, pidiéndole una entrevista al ministro de Consumo, Alberto Garzón,. Afirma que se impone un encuentro con el responsable estatal del juego “porque no se puede criminalizar al sector sin antes escucharlo”, y le brinda una serie de datos orientativos que hablan de la realidad de una industria que el aludido desconoce en su amplia y profunda complejidad.
Supongo que la propuesta de Sola caerá en saco roto. Que no alcanzará el objetivo apetecido del cara a cara con el ministro, que se escudará, como suele ser práctica habitual en los políticos, en problemas de agenda o dilaciones envueltas en buenas palabras. O quizás tenga suerte y salte la sorpresa del beneplácito ministerial.
Sea cual fuere el resultado de la tentativa de Sola lo que merece resaltarse aquí es que el presidente de EUROPER ha actuado sin complejos, que tanto influyen en las reacciones del sector cuando de trata de hacer frente a las embestidas de todo tipo y condición que recibe. En muchas ocasiones carentes de base y rigor. No se puede declarar ninguna guerra a nadie por parte del juego porque sería, de antemano, una batalla perdida. Pero tampoco es cuestión de ser permanentemente reo de un cierto complejo de inferioridad empresarial que habitualmente se exterioriza en el sector. Un agachar la cabeza o sellar la boca como asumiendo una presunta culpabilidad que en modo alguno responde a la realidad de una industria responsable y generadora de riqueza y empleo. Que debe, llegado el caso, hacer valer sus derechos con tanta naturalidad como firmeza. Y sin complejos.
