En Córdoba efectivos de la Policía Nacional inspeccionaron 25 salones de juego. Entre las infracciones detectadas figuraron unas relativas a las licencias, seguros de responsabilidad civil, medidas de seguridad y el consumo de tabaco. Ni rastro de alguna incidencia sobre la presencia de menores en los locales visitados.
Lo acontecido en Córdoba respecto a la ausencia de irregularidades en los salones en materia de menores es algo que viene repitiéndose en la mayoría de ciudades en las que se llevan a cabo operaciones de ésta naturaleza. Esta es una constatación verificada por las fuerzas de seguridad que echa por tierra uno de los principales argumentos de quienes avivan la llama del fuego contra el juego privado: la entrada del menor de edad para jugar en el salón.
De sobra es conocida la afirmación que indica que una mentira a base de ser repetida con insistencia cobra finalmente carta de autenticidad y la sociedad suele tragársela. Esto viene como anillo al dedo si lo trasladamos a la actualidad política, en la que falsedades de muy grueso calibre que no se creerían ni los más inocentes mortales se aceptan con naturalidad por la opinión pública mayoritaria tras otorgarles patente de veracidad.
Este que comentamos es un antecedente valido que ilustra que las campañas de descalificación del juego privado están basadas en argumentos falaces, en cantinelas carentes del mínimo rigor que al ser expendidas con machacona insistencia confunden la realidad con lo que es, simplemente, una invención deliberadamente manipulada.
Lo penoso es que por mucho que salgamos al paso de ésta realidad incontestable los fomentadores del malditismo contra el juego privado siguen a lo suyo: vamos a contar mentiras, que cuelan y sirven a nuestras pérfidas intenciones.
