Bes, ePlus, Dinámico y ahora Mixto en el borrador preparado al efecto en la Comunidad Valenciana. Se trata en todos los casos enumerados de la misma modalidad de juego: bingo electrónico de sala al que en cada territorio se le bautiza de manera diferente.
Esto de los cambios de nombre para una fórmula de bingo, que no deja de ser una cuestión baladí o una simple anécdota, tiene otra lectura. La del extremado celo de las administraciones autonómicas por marcar identidad propia, para distinguirse del vecino, para dejar un sello marcadamente autóctono en todo aquello que se refiere a su gestión.
Si en asuntos tan triviales como la denominación aplicada a una modalidad determinada de bingo electrónico de sala, que se rige en cualquier lugar por idénticos parámetros de funcionamiento, existe una unánime discrepancia a la hora de bautizar, ¿como nos atrevemos a pensar o pedir una cierta armonización reglamentaria entre comunidades?
En materia de legislación del juego, como en tantas otras cuestiones, se impone perder la esperanza de llegar a acuerdos marco que contribuyan a un mejor y más fácil desarrollo del sector. Sabidas son las dificultades que se plantean a fabricantes y operadores al tratar de traspasar las fronteras autonómicas. Donde en ocasiones se encuentran con escollos muy arduos de superar, con disposiciones antagónicas o muy dispares con sólo cruzar las lindes de un territorio a otro.
No queda más remedio que asumir un cierto espíritu fatalista. Todas las invocaciones que se hagan sobre la conveniencia de acabar con flagrantes desequilibrios normativos entre Comunidades están destinadas al fracaso.
Pruebas de que estos intentos resultan fallidos los hay y son abundantes. La propia atmósfera que se respira en la Conferencia Sectorial del juego trasmite la dificultad del consenso, lo problemático del acuerdo. Aquí todos barren para casa y nadie quiere ni de lejos, parecerse al vecino. ¿Con ésos mimbres queremos hacer la cesta? Apañados estamos.
