Me entero que la tramitación del proyecto Elysium City, calificado como gran instalación de ocio, y previsto en Castiblanco ( Extremadura ) marcha con buen pie y sigue su curso. No tengo excesiva información sobre la dotación de sus instalaciones si bien a tenor de lo leído presumo que la materialización de la idea será positiva en economía y empleo para la autonomía extremeña. Veremos como se desarrollan los acontecimientos.
Por descontado que deseo fervientemente que Elysium City cuaje y sea una realidad espléndida a medio plazo. No obstante como llevo la tira de años en éstos menesteres informativos del juego suelo escamarme cuando oigo hablar de megaproyectos. Hubo un tiempo que en España se sucedieron en cadena. Eran ideas colosales donde cabían casinos, hoteles de superlujo, tiendas de élite, restaurantes de gastronomías internacionales, parques infantiles y no se cuantos recursos más ensamblados dentro de unas mecas de fantasía convertidas en el no va más del ocio, recreo y diversión.
Estos megaproyectos, sobre los que nuestra revista siempre expuso sus más que serias dudas respecto a la posible viabilidad, tuvieron por escenario las Comunidades de Madrid, Castilla La Mancha, Aragón y Cataluña. Todos sin excepción representaban una oportunidad fabulosa para generar riqueza, turismo y trabajo. Todos se perfilaban como un maná económico del que se desprenderían incontables beneficios. Ninguno de ellos llegó a despegar pese a las informaciones optimistas que apostaban por su realización. Hubo mucho de chasco, de tomadura de pelo, de querer operar y jugar con las cartas marcadas en aquéllas grandiosas aventuras que tenían un poco de sabor a Bien Venido Mister Marschall, a descarado engañabobos a los paletos de pueblo. Deseo que semejante cuento, comicotrágico, no se repita. Por el bien de Extremadura.
