Los empresarios son los que dan lustre económico a un país y proporcionan lo más importante: trabajo. En España es mayoritaria la pequeña y mediana empresa. Las sociedades que tiran adelante merced al esfuerzo de un escuadrón de gentes empeñadas en sacar adelante unos negocios que salen a flote, cuando lo consiguen, merced al esfuerzo titánico de quienes no regatean ni tiempo ni dedicación con tal de preservar la marcha de la aventura que iniciaron endeudándose hasta las cejas y luchando a brazo partido para conseguir sobrevivir en la selva de la oferta y la demanda.
Esos pequeños y medianos empresarios, en muchas ocasiones con miembros de la propia familia implicados directamente en la aventura del negocio, y con plantillas reducidas de empleados que se sostienen a base de tenacidad y fidelidad, son asaetados a impuestos, aplastados por una voracidad recaudatoria que no encuentra barreras llegado el momento de hacer ostensible su implacable maquinaria tributaria.
En una situación como la descrita es pura heroicidad lograr que empresas de condición modesta puedan alcanzar la mayoría de edad entre tanta obligación fiscal y tantas facturas derivadas de distintas ramas de la administración.
En otro plano, las grandes empresas, las que dinamizan la existencia de un país en cuanto a prosperidad se refiere, son objeto de impuestos "especiales", de cargas tributarias singulares por su condición de tales. Y además, como añadido, son insultadas y señaladas por el gobierno de turno, con su presidente en primer lugar de saludo. Con éste panorama, ¿ quién se atreve a asumir la condición de empresarios en España ? Que el guapo que entienda el alcance de la pregunta levante la mano. Y que lo haga sin miedo.
