Johnny Ortiz ha cumplido años. Y lo ha hecho arropado por el calor, el afecto y el reconocimiento de quienes forman el nutrido equipo profesional de la compañía que preside. Para un empresario debe ser muy reconfortante éste gesto por lo que se desprende de identificación con quién lidera un proyecto de gran envergadura económica y social. Y porque deja traslucir al propio tiempo que los que trabajan con Johnny valoran y mucho su lado humano, ése que particularmente conozco y que consiste en el saber estar en cualquier tiempo y circunstancia, en tener un detalle en el momento oportuno, en pronunciar una palabra justa cuando la acción o la ocasión así lo demandan. Eso, que es producto de una sólida formación, es uno de los rasgos que mejor definen la personalidad de Johnny y en base a los cuales suele actuar en el trabajo y en la vida.
En una sociedad cada vez más deshumanizada, más huérfana de entendimiento y afectos, los gestos son muy trascendentes. El ejercer la sensibilidad para reconocer y responder ante comportamientos guiados por el esfuerzo, la entrega generosa o la fidelidad es algo que cada vez abunda menos y uno de los modos de actuar que nunca abandona Johnny Ortiz, por lo general atento y en posición de alerta ante quienes considera que son merecedores de su gratitud, su reforzamiento de ánimo y su estímulo e incentivación. Esa es una regla de oro que define a los empresarios de raza y a las personas que transitan por los caminos de la vida fieles a las buenas formas, al respeto hacía sí y los demás y a unas normas de corrección y ejemplaridad.
Johnny celebró su cumpleaños en un clima de fiesta, alegría y concordia. Y sin perder ni por un instante la brújula del trabajo, de la orientación hacia un futuro en fase de permanente expansión. Johnny, siempre cumpliendo porque él sabe hacer lo propio.
