Hablaba ayer del aplazamiento del Congreso de Castilla y León. Que suma tres ediciones interrumpidas, dos de ellas justificadas y la actual cuanto menos cuestionable. En su anuncio de los motivos por los que se dilata hasta el próximo año la cita la Junta se enreda, achacando al Covid-19 la decisión, lo que no deja de ser un argumento pueril que oculta las verdaderas causas.
Al hilo de éste Congreso, por diversas causas singular, quiero rescatar de un cierto olvido la figura de Luis Miguel González Gago, quién durante quince años, que se dice pronto, se erigió en el principal impulsor del evento y a lo largo de los mismos fue dotándolo de una personalidad definida y ensanchando su radio de atracción hasta convertirlo en un referente del juego a escala nacional.
Me consta que Gago se ocupó personalmente de comprometer a la mayoría de reguladores con la cita anual de Castilla y León. Y los hechos fueron testigos, una edición tras otra, que conseguía sus propósitos y ampliaba el poder de convocatoria del Congreso al tiempo que se materializaba una inteligente campaña de promoción turística del territorio de la que participaban de manera activa todas las provincias. Ese es un tanto que hay que poner en el haber de Gago, contando con Pilar Delgado en lugar muy destacado.
Dejando a un lado ésta faceta de su gestión, que se prolongó por espacio de más de quince años, el hueco dejado por Gago no ha sido cubierto todavía. Su sucesor, que no destacó en nada, pasó con muchísima más pena que gloria y hay que oír el calificativo de las asociaciones sobre su labor. Ahora se abre una nueva etapa con el nombramiento de Irene Muñoz Vicente que se confía haga olvidar la de su antecesor. Y entretanto me reafirmo en lo dicho: hueco difícil de llenar el de Gago. Del que valoré su coraje para enfrentarse a los problemas.
