Pueden creerse a pies puntillas lo que les digo: Estoy abrumado por la de barbaridades que leo sobre el juego. A diario me desayuno con algún disparate de grueso tamaño, cuanto más voluminosos más propicio para alimentar el escándalo social. Y lo reconozco, estoy cansado, aburrido, harto de las cantinelas escandalosas que hablan del juego partiendo por lo general de argumentos falsarios.
Llevo más de medio siglo ejerciendo el periodismo. Y analizando el devenir de los días desde una óptica subjetiva que he procurado domesticar para no caer en una pérdida de la realidad o dejarme tentar por el arrebato. De ése medio siglo profesional cuarenta están dedicados al juego. Y les juro que hasta hoy nunca había experimentado tanto hartazgo, tanto desánimo, tanto asco al oír y leer la cantidad de disparates que se dicen y escriben del juego. Planteados todos desde una óptica desenfocada a sabiendas y distorsionadora en sus aspectos esenciales. De lo que se trata es de magnificar el problema y conferirle los tintes más negros posibles.
La última barbaridad es la perpetrada por unos tipos que proponen retirar las máquinas de los bares de Galicia. No sigo adelante con el tema. Y me reitero: me agobia, me irrita, me exaspera tanta insidia obra de tipejos que ni siquiera desprecio. Porque ni eso merecen.
