Me precio, desde hace años, de ser amigo de Antonio Ayala Rocamora. Una amistad que procuramos mantener al menos con una buena comida de por medio, ya que Antonio y yo coincidimos en lo reconfortante y apetitoso que resulta el buen yantar y más si se prodigan las delicias de la buena mesa, y si ello no es posible por aquello de la distancia que nunca es el olvido utilizando la vía telefónica para que los afectos no decaigan.
Antonio Ayala tiene grandes aficiones y es persona muy bien dotada para las relaciones sociales. Dispensa a la gente un trato educado y no exento de afinidad cuando la ocasión lo requiere y fruto de ésa capacidad para empatizar se refleja de manera fidedigna en su colección de fotografías con grandes personalidades de todos los ámbitos. Dudo que sean muchos los españoles que posean como él una colección tan amplia como pródiga en personajes notabilísimos. Desde los Reyes Juan Carlos y Felipe hasta presidentes de gobierno y figuras de la política, del arte, de la ciencia, del teatro, el cine o el deporte están en los abultadísimos albumes de Antonio. Cuando una figura es noticia por un hecho destacado nunca dejo de recibir en mi móvil la fotografía de la personalidad de turno junto a Antonio.
Profesional y empresario de avezados conocimientos en lo tocante al bingo, los salones y el juego en general, sector al que viene dedicándose desde muy joven y del que adquirió experiencia y sufrió desengaños, pues éstos nunca faltan, Antonio Ayala posee algo que no es frecuente: fidelidad hacia el concepto de la amistad. Por eso celebro ser su amigo y le pago con idéntica moneda.
