Tuve un director de periódico, profesional inmenso de escritura muy bien trabajada y pluma irónica, que un día al despedirme con ocasión de las vacaciones me dijo: “Descanse usted y sobre todo deje descansar a los lectores que se lo agradecerán.” Era hombre serio, me miró sin pestañear ni esbozar ni media sonrisa y aprecié su sentido del humor un tanto corrosivo. Y medité que quizás tras la ironía había un fondo de verdad: los lectores tenían derecho legítimo a no soportarme al menos durante una temporada.
Pues atendiendo a la sabia recomendación de mi viejo director les dejo descansar. Les libero del ejercicio de asomarse a la avenida cada mañana. Les dispenso de tragarse comentarios que en ocasiones empachan porque son repetitivos y en otras encabronan porque denuncian situaciones indeseadas para el sector. Es lo que depara la actualidad a la que tratamos de tomar el pulso y analizar.
Sirva éste adiós supongo que pasajero para decirles que se desprendan de problemas y preocupaciones y enfilen las vacaciones con el espíritu abierto y la mente limpia. Para que penetre por ellos la belleza del paisaje, para que se llenen los ojos de azul y plata, para que la pequeña poesía de lo cotidiano sirva para respirar otro aire y ensanchar el alma. Lo dicho: que disfruten de lo lindo del lado amable de la vida. Y hasta la vuelta.
