Este otoño que acabamos de estrenar marca el inicio de la recuperación del pulso económico por parte del juego privado. Lo que significa que comienza de manera progresiva la vuelta a una cierta normalidad de un sector muy castigado por la pandemia, yo diría que lo ha sido con extrema dureza, y que ahora pone manos a la obra de emerger de nuevo mediante la participación de sus empresas en eventos públicos y actos de carácter sectorial que sin duda se irán sucediendo.
Que el Covid-19 ha dejado heridas difíciles de cicatrizar en la industria es algo asumido. Y a su impacto muy negativo hay que añadir la escasa o nula predisposición de determinadas administraciones para arbitrar medidas destinadas a mitigar en lo posible los tremendos daños ocasionados por largos períodos de inactividad o restricciones horarias y de todo tipo. En éste sentido frente a autonomías que han actuado con voluntad de ayudar las ha habido que han mantenido una actitud de acoso y derribo hacia el sector. Algo absolutamente inaceptable por lo que respecta al sentido solidario.
No obstante todas las vicisitudes soportadas la industria se apresta en éste ciclo otoñal que hemos abierto, y sobre todo de cara al ya cercano 2022, a recobrar energías, cobrar músculo y encarar los próximos meses con la voluntad de estar donde siempre ha estado. Fabricando, comercializando, operando y abriendo caminos hacia la evolución de un sector cada vez más comprometido con la responsabilidad empresarial y laboral.
