El país está viviendo a tope la fiebre del igualitarismo. Esa es la mercancía propagandística que vende el gobierno socialcomunista. Un igualitarismo que los miembros más conspicuos del ejecutivo, y los más rojelios, interpretan de una manera peculiar, muy a la carta. Díganme ustedes que es eso del igualitarismo cuando se pasa del pisito de sesenta metros cuadrados al chaletón con piscina y espacio para dar y vender, residencia de guardeses incluida. O cuando cambiamos de look dejando la chupa de cuero por el terno de sastrería a medida, aunque caiga fatal, sin apearnos de la corbata y con boda de por medio, Venecia y sus góndolas, al estilo de Hola.
Estos tíos, los que mandan digo, tienen del igualitarismo un concepto sui géneris. Y su visión particular del término se expresa incitando a la okupación de viviendas por las bravas, al que puedan pasar de curso los alumnos con más cates, a la equiparación de los más inteligentes con los catetos, a las ayudas sociales sí, pero de manera primordial a los amiguetes, a los de la misma cuerda. Y así podíamos seguir.
Ahora bien en materia de salarios tampoco les hables de igualitarismo. Son numerosas las empresas que con motivo de la pandemia han reducido salarios; muchos los ejecutivos que renuncian aparte de sus estipendios e incluso gobiernos, de otros países por supuesto, que en vista de la situación rebajaron sus emolumentos. ¿ Que han hecho los padres españoles del igualitarismo ? Mantener la vista al frente, la cara de mármol y declarar intocables sus sueldazos, que distan kilómetros del salario mínimo interprofesional ? Aquí de bajar el listón nadie habla. No me negarán que ése sentido del igualitarismo no se las trae. Amén.
