La secuela que nos está dejando el Covid-19 es la del miedo. Un miedo que nos perturba, que ocupa buena parte de nuestro tiempo en forma de preocupaciones constantes por la marcha de la empresa, del trabajo, del inicio del curso escolar y sus imprevisibles consecuencias, por el peligro que se deriva de comportamientos irresponsables, por la falta de directrices claras unida a la manifiesta incompetencia de aquéllos que nos gobiernan y que lejos de darnos seguridad incrementan nuestra zozobra.
Vivimos una etapa de miedo colectivo jamás visto ni padecimos desde que tenemos memoria. Y en ése clima de angustia de ir perpetuándose en el tiempo un país va camino directo hacia el despeñamiento. ¿ Que cual es la receta para salir de este estado de perturbación que nos hace recelosos de todo y de todos ? Si tuviera la respuesta no sería yo víctima de ésos mismos miedos.
No queda otra que sacar fuerzas de donde sea para superar la angustia que nos atenaza, salir de los rodeos que enmarañan la mente y abrir la ventana para que entre por ella la luz de la vida, la que nos alumbra diciendo que esto ha sido y es muy duro pero que saldremos adelante. Con algunas pequeñas o grandes cicatrices del alma es cierto, pero bendecidos por la gloria que nos hará mejores y más solidarios.
