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DESDE LA AVENIDA Juan Ferrer

A por las máquinas

18 de junio de 2024

Los salones han estado años en el ojo del huracán de la mirada política que ha actuado en ocasiones con verdadera saña contra ellos. Promulgando decretos devastadores desde la óptica de la regresión y alumbrando leyes destinadas a su asfixia progresiva. El último coletazo de una situación de acoso y derribo se está protagonizando en Navarra con el pretendido recorte de tres horas en los cuadros de funcionamiento de éstos locales, con las derivas que se prevén en materia de ingresos y empleos.

El turno intenso de acorralamiento a los salones sigue ahí pero parece que tiende a descender. Entre otras razones porque más restricciones no se pueden aplicar. Y también porque el subsector viene haciendo uso, con la claridad desprendida de los datos y de las medidos de control que se vienen aplicando en sus locales, de su férreo sentido de la responsabilidad corporativa.

Ahora son las máquinas objeto preferente, en particular de aquéllas ideologías de izquierdas de marcado carácter extremista –hay quienes se olvidan que hay ultraderecha y ultraizquierda y sólo mencionen a la primera — que han hecho del juego privado su particular frontón y buscan el menor de los pretextos para atacarlo con especial y entusiasta denuedo.

No es un secreto que las máquinas recreativas de hostelería son el subsector que económicamente más ha retrocedido en los últimos años. En número y en recaudaciones. La ampliación de la oferta, con un acusado incremente del juego público o semi y muy en particular de la ONCE con sus productos instantáneos, y otros factores han sido determinantes para el descenso progresivo de unas máquinas que han ido languideciendo de forma imparable y que hoy son una pálida sombra de antaño.

Pues a pesar de los pesares, y de que la máquina del bar es un recurso amable de entretenimiento para emplear las sobras del almuerzo o el aperitivo, arrecia en algunas administraciones la lucha política contra su presencia en los establecimientos de hostelería. Una prueba más, y son demasiadas, de una óptica política tan odiosa como comprometida con el sabotaje al juego privado. Las máquinas son otro triste ejemplo de lo que comentamos. Y de ahí pasamos a jalear, vaya que sí, al juego público con su crecimiento desproporcionado. Pero a callar: eso ni se toca.