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DESDE LA AVENIDA Juan Ferrer

Abrir un bingo

10 de noviembre de 2022

El otro día estuve en la apertura del Bingo AZAHAR en Valencia. Hacía un puñado de años que no asistía a un acto de esta naturaleza. Y no lo hacía por la sencilla razón de que no se abren nuevas salas en España. La noticia  está en el otro lado: lo que se registra de manera habitual, y dolorosa por lo que comporta, es el cierre de bingos, que se viene sucediendo de un largo tiempo a éste parte con alarmante persistencia.

Viví en todo su esplendor la edad dorada del bingo. Las inauguraciones se sucedían a un ritmo vertiginoso en todos los puntos del país. Y existía un fuerte espíritu competitivo para ver quién ofrecía unas instalaciones más espectaculares, más confortables y con mejores medios y servicios. De ese afán por superar al que estaba más cerca y por deslumbrar y atraer al público surgieron verdaderas maravillas que sirvieron para elevar la calidad del  bingo en cuento se refiere a decoración, mobiliario y tecnología. Hubo en la época que cito una auténtica eclosión del sector.

De aquélla etapa a la actual basta citar un dato: apenas se abren bingos  porque acometer un proyecto de ésta naturaleza es casi una heroicidad empresarial. La inversión por necesidad es alta, por mucho que se intenten ajustar los números, y la previsión de ventas no se anticipa para echar cohetes, de ahí que sean poquísimos los que se atrevan a interpretar el papel de héroes.

Sin embargo todavía quedan apasionados por el tema. Que viven y sienten el bingo. Y por ello me alegró infinito reencontrarme con Julián Pérez, el perfecto anfitrión de la noche,  los hermanos Serneguet, Juan Carlos Arnau y Pepe Moreno en la inauguración del Bingo AZAHAR. Volvíamos, por un instante, a la búsqueda del tiempo perdido.