Ayer asistí al Congreso de ANESAR y volví a mi pueblo (Valencia) con esa sensación ambivalente de las Navidades: felicidad y tristeza a partes iguales. Felicidad por observar a un presidente de una patronal valiente, decidido y explícito. Bravo por Pepe Vall. No se muerde la lengua cuando toca y denunció la demagógica y diplomática intervención de los políticos cuando han sido ellos los que han provocado el fuego mediático cuyas llamas aún no ha podido sofocar el sector. Además de ser capaz de transmitir ánimo y unión, algo carente en otros subsectores.
La tristeza, pues ver que nadie en el salón fue capaz de "acorralar" a los representantes de las formaciones parlamentarias con preguntas concretas. Sobre todo a Castañón de Podemos, los más sectarios contra nuestra industria con PNLs y otras consideraciones que han hecho temblar a más de uno.
Los Reyes Magos nos trajeron oro con las intervenciones de Gabi Stergides y Mikel López. El primero proponiendo una hoja de ruta que debería plagiar ANESAR. Seguro que algo positivo sacaba de la misma. El segundo por ser capaz de desmontar los prejuicios sobre el online y tender la mano al presencial. Aquí todos somos uno.
El resto de ponentes no variaron ni un ápice mis expectativas. Gil se marcó un buen refrito de su ponencia en Castilla y León. Landaluce tiene como libro de cabecera "En busca del tiempo perdido" (Tomo I) de Marcel Proust. Solchaga y su discurso más propicio para Los Desayunos del Club Siglo XXI. Gómez Yáñez y sus aportaciones interesantes aunque ya de sobra conocidas. Y el bueno de Juan Lacarra, de lo mejorcito en ese universo "tecnócrata" del juego mediante un trabajo disciplinado y en ocasiones silente pero siempre efectivo.
A nivel organizativo un solo pero. Se quedaron cortos con el aforo y es inadmisible que varios invitados pagaran su entrada para asistir de pie a las conferencias. El espacio para el coffe break era escaso dando pie a demasiados roces y empellones aunque en tiempos de Epifanía igual es hasta lo más saludable.