Son pocos. Por no decir casi nulos. Es algo consustancial al ser humano y más exacerbado en el español. Que se distingue por la envidia, no mirarse el propio ombligo sino el del prójimo y actuar con recelo producto de múltiples inseguridades. El sector del juego no es ajeno a la falta de gratitud y son contadas las ocasiones, bien en público o en privado, dónde se muestra tal reconocimiento.
Recientemente se informó de los premios EXPOJOC 2024. Unos galardones concedidos por un jurado y bajo criterios específicos. Pues bien, las llamadas o alusiones de los ganadores por el parabién han sido mínimas. No se pretenden lisonjas ni nada por el estilo pero sí estimar el trabajo de los demás y corresponder de la misma forma.
Nuestra industria debería ser más solidaria respecto a reconocimientos y alabar el trabajo de otros pues contribuye a reforzar el valor como marca global del juego. En contra, en ocasiones vemos algunos ataques desde dentro o cuánto menos un tufo de desprecio por los logros conseguidos. No es el camino. La respuesta pasa por aprender, intensificar el trabajo y que esas metas logradas por otros sirvan de acicate para la excelencia. Todos ganaríamos. Sin duda.