La canícula que estos días nos ha invitado a solazar en la playa o respirar aire puro en la montaña libre de móviles y de las obligaciones profesionales, toca a su fin. Ahora, vuelta al ruedo. A pasear nuestra presencia bajo el yugo de las rutinas diarias. Regreso a la normalidad. Una normalidad que en el sector del juego parece inamovible, sin ningún cambio a mejor.
Durante el pasado mes observamos como Canarias adoptaba medidas para evitar la concentración de locales de juego y regular la distancia de los salones. La planificación del sector en las Islas no invita a medidas más restrictivas. No se entiende una intervención administrativa cuando la actividad del juego es «marca blanca» en el panorama empresarial autonómico. Como tampoco es comprensible incrementar el número de inspecciones en la Región de Murcia tras un cumplimiento exhaustivo por parte de los salones. Como letra pequeña – o grande – en ambas iniciativas se debería incluir al juego público, pues las distancias con los colegios o el nulo control de accesos de los puntos de venta de Loterías exigen propuestas contundentes.
Esperamos la feria de Torremolinos como el que espera encontrar el maná en su travesía del desierto. En la Costa del Sol se darán abrazos y gestos de complicidad y una cercanía de la Administración necesaria en los tiempos que corren. Insuflará aire fresco en un curso, hasta la fecha, agotador dónde en el mejor de los casos esperamos pocas noticias y en la parte negativa algún invento propio de birlibirloque para doblegar a la tan resistente industria del juego.