Servitronic ha cumplido 40 años. No es broma alcanzar esta edad, sobre todo en un negocio tan carnívoro como es el juego. Y lo ha hecho siempre desde la discreción y la mesura. Durante estos años ha transitado en una especie de atracción de feria, de esas que suben vertiginosamente y descienden generando angustia. Y ni en el primer caso sus hechuras han sido a lo grande ni en el segundo han hincado la rodilla al suelo y escrito el punto y final.
Ayer se demostró el óptimo estado de salud que rebosa la firma de los hermanos Soto. Mucho más meritoria por tratarse de una empresa familiar con dos hermanos ejerciendo funciones directivas. Todos conocemos casos en nuestra industria que los vínculos de consanguinidad salpimentados por egos desenfrenados han llevado al traste el parentesco y por consiguiente los intereses profesionales. Andrés y Lolo, Lolo y Andrés, conforman un binomio cuya suma es clara: continuidad. Porque ambos han sabido asumir sus roles dentro de la compañía. Cuándo uno quiere alzarse de puntillas sobre el de al lado la cosa se tuerce. En este caso mantienen los pies en el suelo y no existen vanidades.
Servitronic es un referente en el recreativo andaluz y la efeméride fue celebrada por todo lo alto. Reunió a las firmas más importantes de nuestra industria tomando Andalucía como bandera. Calidad, Honestidad y Garantía son sus principales valores. Que una empresa familiar, con los tentáculos de las grandes multinacionales dispuestas a prensionar para agrandar su mercado, mantenga firmeza y se blinde como el cuartel de Little Big Horn evidencia que capitanes Custers aún existen en el sector. Como Andrés y Lolo, pese a las amenazas de los pieles rojas.