España es roja. O de izquierdas, como así lo quisieron las urnas el pasado 28 de abril en la convocatoria de mayor pluralidad electoral en la historia de la democracia. Los debates televisivos solo dejaron ver las miserias de unos y las promesas de todos. Nada se dijo del juego en este ping pong dialéctico con la pelota manchada de barro.
Las posiciones de las formaciones parlamentarias respecto a nuestra industria antes de los comicios eran bastante claras. El antisemitismo de Unidas Podemos alcanza el paroxismo con propuestas a todas luces atentatorias contra el libre comercio y la igualdad empresarial. Como que los salones abran a las 22h, restringiendo su horario de apertura en 3 ó 4 horas o la eliminación de cualquier tipo de publicidad o rótulo que haga referencia a su actividad. Por no hablar del mando para activar las máquinas B de los bares, similar al usado en las expendedoras de tabaco. O una subida impositiva, aumentando más aún las exigencias tributarias. Como no podía ser de otra forma, los socialistas se alinean con este ideario, aunque mínimamente suavizado pues a los de Sánchez les gusta lavar algunos temas con un poco de Perlan.
PP y Ciudadanos han mantenido cierta beligerancia en lo relativo a la publicidad del juego, específicamente la del online. Desean combatir la ludopatía y proteger al usaurio y sus medidas van encaminadas a acotar los anuncios de las casas de apuiestas. Vox, esa ultraderecha que viene para imponer il Fascio mussoliniano según algunos, ha descartado incluir al juego en su programa electoral.
A la postre, y tras los resultados, deberemos atarnos los machos. Pues aquí los de izquierdas han mostrado una especial ojeriza al juego que ahora, venidos arriba por su triunfo electoral, anticipan unas políticas persecutorias contra nuestra actividad. Pero bueno, saldremos. Casos peores se han visto.