Hacía tiempo, sin duda demasiado, que no tenía un cara a cara directo, abrazo fuerte de por medio, con mi amigo Johnny Ortiz. Resultan siempre gratos éstos reencuentros, delante de una mesa muy bien provisionada donde nunca falta el brindis con el mejor champagne, para conversar con Johnny, que es un torrente de ideas y escuchar sus proyectos que se desparraman por el ancho mundo. No deja de asombrarme el juego mental de éste hombre que está en permanente estado de revolución para engrandecer a su empresa.
La novedad de la cita consistió en que Johnny acudió acompañado de sus hijos Bryan y Kevin. Dos chavales sencillos y cercanos, bien equipados mentalmente, a los que pregunté y escuché y que me produjeron una impresión favorable. Los dos, licenciados en administración de empresas y hablando tres idiomas, se incorporaron en su momento por voluntad propia a la empresa. Han ido tomando contacto con todos sus departamentos, son unas piezas más de su gran equipo humano y se han empapado de su filosofía de trabajo.
Johnny me confesó sentirse muy orgulloso de la actuación que están teniendo en ZITRO Bryan y Kevin, de su grado de implicación en la marcha y expansión de la compañía, de la confianza que existe entre los tres y que los identifica en lo personal y en lo profesional. Forman, de acuerdo con mis impresiones, un trio sólido, que se respeta y entiende, que rema en idéntica dirección y es consciente de que arribará a puerto con viento favorable.
A lo largo de la entrevista que mantuvimos, en un ambiente presidido por la efusividad de buena ley, tuve la sensación de estar asistiendo al diseño de un futuro empresarial, que lógicamente tardará en producirse, pero que va tomando cuerpo en la cabeza previsora de un empresario del talante de Johnny Ortiz, que en sus hechos y actuaciones no suele dejar ningún cabo suelto, y que con Bryan y Kevin impregnados muy a fondo del espíritu ZITRO aseguran la continuidad en lo más alto de un líder global que no conoce fronteras.