Me acuerdo del tiempo en que los chavales jugaban en la calle. Al fútbol, a las canicas, al escondite, al tú la llevas. El barrio era el escenario elegido por la chiquillería para disfrutar al aire libre de las expansiones propias de la edad. La calle se convertía en un lugar donde tenía cabida la fantasía infantil, la fuerza avasalladora de la adolescencia, la magia que establecía lazos de acercamiento entre pandillas de chicos y chicas que hacían del paisaje urbano su nexo de unión y disfrute. Era la estampa lejana de un tiempo color sepia archivado en la plaza mayor de la memoria.
Entonces, cuando los chavales se enfrentaban por causas diversas y llegaban al insulto el ofendido solía responder: «Y tú más.” Aquélla respuesta constituía el recurso verbal más utilizado para salir airadamente del trance sin necesidad de utilizar palabras gruesas o descalificaciones mal sonantes.
El tú más, símbolo de un proceder infantil desprovisto de imaginación y propio de un estado de inmadurez, se ha entronizado como práctica habitual en la política española. Al tú más se dedican con reiterado ahínco gobiernos y oposición dando muestras evidentes de una indigencia intelectual tan reiterativa como alarmante. No se recurre al argumentario bien construido dialécticamente, ni a la exposición ponderada y razonable. En el caso del ejecutivo avergüenza comprobar como los miembros del gobierno son meros transmisores de las consignas que les marcan y escriben y que todos repiten cual papagayos adiestrados.
Que el país está en manos de una clase política de muy baja cualificación que alarma e indigna al propio tiempo es hoy una triste realidad. El tú más es una prueba evidente de las múltiples carencias, intelectuales y morales, de la mayoría de nuestros servidores públicos. Con bagajes profesionales en muchos casos que son acreedores a engrosar las listas del paro laboral. Y permanecer allí hasta la noche de los tiempos.
