El y tú más es la constante de la España política de nuestros días. En la que la polarización existente se recrudece a pasos agigantados, traduciéndose ése y tu más en un intercambio de insultos, descalificaciones que llegan a lo personal y que dibujan un escenario en el que los modos y pronunciamientos groseros constituyen la tónica habitual. El espacio que debía servir para el inteligente intercambio de ideas, la elocuencia verbal impregnada de sabiduría e ironía y la exposición del pensamiento elevado se ha trasformado en un patio de vecindad donde el lenguaje lejos de la mesura es un tributo constante a la agresividad, a la increpación chulesca y al talante matonista.
Aquí se pregunta en el foro de los padres de la patria y no se responde a lo que se está preguntando. La réplica se concreta en la mera descalificación del oponente, cuando no en la chanza aderezada de mala baba o en el improperio de grueso tamaño. No resulta por tanto extraño que ante la visualización casi cotidiana de un espectáculo tan poco edificante muchos ciudadanos abjuren de la política y del comportamiento tan censurable de sus representantes.
El y tú más que viene repitiéndose con pertinaz reincidencia en sede parlamentaria, y que lo que consigue es alentar la división del país en dos bloques irreconciliables por obra y gracia de una clase política por lo general mediocre e intelectualmente poco dotada, constituye una muestra nada edificante sobre todo para la juventud. Las actitudes y palabras de sus señorías se transforman en vulgaridad, barriobajerismo y conductas censurables que lo único que consiguen es llenar de indignidad el noble ejercicio de la política y su voluntad de servir a la sociedad. El inductor principal de éste parlamento travestido de esperpento tendrá algún día que rendir cuentas de su inicuidad.
El y tú más da una idea del nivel actual de la política española. Con una escala de valores tan disminuida que mueve a la vergüenza ciudadana y al no aceptar un ejercicio de la política transformado en refriega de barrio. De barrio poblado de chulos y mangantes. Pobre España nuestra.