Da la impresión de que hasta hace cuatro días el juego ni era responsable ni transmitía síntomas de calidad. De un tiempo a ésta parte se nos viene machacando con la responsabilidad social del juego que ahora enlaza con la creación de certificados de calidad para establecimientos y productos. Y todo quisque quiere subirse a éstos carros para acceder a una supuesta vitola de distinción que marque tendencia. Los parámetros para otorgar dichos certificados están por definir y ya son diversas las entidades que abanderan sus concesiones apuntándose a la corriente de moda. Pero sin concretar casi nada de una medida más oportunista que necesaria o eficaz.
Asistimos a una especie de pugilato para ver quién implanta antes los sellos de calidad. Y Fernando Prats, entre el escepticismo y la sensatez, ha terciado en el tema manifestando que la calidad del juego está en las homologaciones. Y olé.
¿Saben que les digo?. Que en ésta penúltima hora del juego con tanta responsabilidad y calidad de por medio se está vendiendo mucho humo, disparando fogonazos que son puro artificio, comerciando con mercancía dudosa y utilizando un marketing tejido por la fantasía. Con factura que pasan los espabilados de turno y abonan los incautos.