No, la Comunidad Valenciana ha hecho oídos sordos al juego durante el largo proceso de la pandemia. El gobierno que preside Ximo Puig se ha comportado de un modo absolutamente deplorable con el sector. Sin acceder al menor diálogo, sin ninguna voluntad de atender sus peticiones, sin transmitir un gesto, por leve que fuera, que denotara un mínimo de sensibilidad hacia el juego que es sin ningún género de dudas uno de los más castigados por la pandemia.
No se ha despojado el Consell formado por el tripartito del Botanic de los prejuicios que alberga respecto al juego, y de los que en ocasiones hace gala. Ni sabe desprenderse de ésa carga ideológica que le hace dispensar al sector un trato manifiestamente desconsiderado que se ha visto reflejado, con mayor claridad que nunca, en estos últimos meses de pandemia.
Que no busquen motivos de peso, ni sanitarios ni de ningún tipo porque no los hay, para justificar el cierre que viene soportando el juego valenciano. Que obedece, ni más ni menos, que a la inquina que una buena parte del gobierno ( hablamos de Compromís y Unidas Podemos ) dispensa al juego, con la aquiescencia del cobardón de Puig que con tal de permanecer en el sillón, como su jefe el de Moncloa, pasa por todo y traga con todo.
No se han atendido a los empresarios y tampoco a los trabajadores. La postura del Consell no ha sido otra que la de pasar olímpicamente del juego, expresando un palpable desprecio hacia la actividad y sus representantes a los que vienen propinando un castigo tan persistente como vergonzoso, tan intolerable como merecedor de repulsa. Ante una actitud política de éste cariz hay que tomar buena nota y pasar la correspondiente factura cuando suene la llamada de las urnas. Es pobre pero no queda otro consuelo.
Finalizado este artículo me llega la noticia del Tribunal Superior de Justicia. Cuando el juego tiene que recurrir a los tribunales para poder subsistir es algo que habla de la catadura moral y política de aquellos que, desgraciadamente, nos gobiernan.