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DESDE LA AVENIDA Juan Ferrer

Un poco de lucidez, por favor

22 de julio de 2016

Las autonomías están liadas con los presupuestos. O prestas a poner manos a la obra. Como las amas de  casa a primeros de mes. Sacando cuentas, revisando partidas, arañando euros donde se pueda para tratar de cuadrar la cosa. Y teniendo encima los anteojos del vigilante Montoro que trata de escudriñarlo todo. Y con la sombra alargada del endeudamiento y el déficit cayendo sobre unas haciendas escurridas, con muchas telarañas dentro y euros esfumados. Para pagar los servicios esenciales por descontado, y los de la tropa de enchufados contratados a dedo que asesoran, zascandilean, se emboscan y pululan por los despachos cuyos niveles de eficacia laboral son un insulto si lo comparamos con sus emolumentos.

Las autonomías trabajan con los presupuestos de 2017, o eso dicen. Y hay empresario, autónomo o ciudadano de a pié que no duerme. Por el calor que está pegando y porque éste es el mes de  los palos de hacienda, de los de toma y moja. De  los que te dejan sequito y con ánimos más bien flojos para llegar al disfrute de unas vacaciones a que más de uno se le amargan antes de empezar.

Después del guantazo económico recibido por parte de Montoro y sus mariachis en julio surge la pregunta: ¿Que nos reserva el año próximo? Y pensando en la respuesta los empresarios del juego dirigen sus miradas, y sus plegarias, a las haciendas autonómicas. Esperando la ansiada rebajita fiscal, la soñada revisión que no llega y el acabar con ésa asfixia paulatina que lleva dejando los cadáveres de muchas empresas que no han podido tomar aire, a pesar de intentarlo.
 
Las empresas del juego no se hacen excesivas ilusiones pensando en lo que les deparará la tributación de 2017. Pero sí piden a los encargados de la cosa una cierta sensibilidad, una reflexión sobre una política fiscal tan inadecuada como excesiva. En unos subsectores más agudizada que en otros pero en la que el sentido común indica que hay que entrar. Para analizar y reparar desaguisados, que los hay gordos. 
 
El juego es realista, por descontado que lo es. Y sabe que de cara al 2017 no se obrarán milagros en materia tributaria. Entre otras razones porque los milagros hace muchísimo tiempo que dejaron de producirse. Sin embargo no se resigna al virgencita que me quede como estoy. Aún confía en que una llamita de lucidez sea capaz de alumbrar la mente del recaudador autonómico de turno para hacerle comprender que así no se puede continuar. Que así el juego, más pronto que tarde, se irá a la mierda. Al menos una parte. Y nos quedaremos con las lágrimas. Solo con las lágrimas.