El presidente de la Junta de Extremadura, Guillermo Fernández Vara, ha tenido un sueño consistente en ver florecer en su tierra un gran complejo de juego y ocio. Con mil kilitos de euros de inversión, trabajo para 2.000 compadres y 3.000 camas de hotel para descansar y lo que sigue. El sueño, no hay que negarlo, es bonito, ilusiona y vende. Y es que los políticos caen demasiadas veces en la tentación de vender lo que no pueden y tratan de hacerle la boca agua al personal comerciando con fantasía, fábulas y cuentos baratos de andar por casa.
El sueño de Fernández Vara lo han tenido otros presidentes autonómicos. Con mayor o menor contenido de irrealidad. Con trazos más exagerados para encandilar al personal. Pero siempre partiendo de una base brumosa, de imaginación disparatadas y por tanto poco creíble. Recordamos aquí y ahora, como testimonios fantasiosos de promesas imposibles, los casos de Las Vegas Sands en Alcorcón; el Gran Scala en Los Monegros; la ruta de Don Quijote en Castilla La Mancha y el más reciente Barcelona World del que mucho se habla y nada se concreta.
Son todos los enumerados cuentos sin argumento sólido, promovidos por una panda de listos que pretendían sacar tajada de todo sin dar casi nada a cambio. Fantasías elaboradas en los laboratorios de vendedores de humo que supieron engatusar a los políticos de turno y jugaron con ellos. Y al final de la historieta surgió el chasco monumental.
Quiera que Fernández Vara hiciera realidad su sueño. Y que éste no desembocara en la frustrante pesadilla que acompañó a otros de corte similar. El tiempo nos despejará el desenlace.