Ante las grandes catástrofes, y la pandemia del covid-19 lo es, los humanos solemos mostrar lo mejor que llevamos dentro. Nos aflora el lado bueno de las cosa, la atención al débil, la ayuda al necesitado, el apego al prójimo más cercano, la solidaridad como bandera de convivencia que extrae una sonrisa de la vida cuando más difícil es vivirla.
El juego ha sabido reaccionar ante tanta desgracia acumulada como ha caído sobre nosotros a lo largo de los últimos tres meses. Y en tiempos de penuria económica ha echado mano del desprendimiento, del estar atento a la llamada que urge y toca el corazón para contribuir en la medida de lo posible al atenuamiento de tanta tragedia compartida, de tanta necesidad de ayuda como ha sido precisa y necesaria.
La industria del juego ha dado muestras una vez más de su compromiso con el entorno social, de su sensibilidad siempre abierta al gesto solidario, a ése volcarse en favor de un prójimo que sufre y padece y demanda de la asistencia generosa de la sociedad que está llamada a protegerlo poniendo a su disposición los medios requeridos.
Han sido empresas del juego las que han dejado en éstos días amargos irrefutables muestras de generosidad puesta al servicio del bien común, de altura de miras y de rapidez de reflejos para estar allí donde se debía estar. En los peores momentos el juego como sector ha dado ejemplo de corazón para salir al encuentro del espíritu común de la sociedad que lucha tenazmente contra el coronavirus y sus consecuencias. Y es un dato que conviene resaltar y agradecer.