La consellera de Hacienda y Economía de la Generalitat Valenciana Ruth Merino dijo en una comparecencia pública reciente que el compromiso del Consell es «avanzar hacia un sistema tributario justo, claro y bien gestionado, con reglas sencillas y coherentes y una gestión responsable de los tributos.»
En cuanto al propósito declarado de Ruth Merino de ir hacia un sistema tributario justo seguro que comparten su postura los representantes del juego privado valenciano. Llevan años aspirando a semejante pretensión sin conseguir ningún resultado positivo en tan fundamental objetivo. Que es el que marca, en sentido positivo o inverso, como es el caso que nos ocupa, la marcha de las empresas del sector.
Si hablamos de justicia tributaria no queda otra que hacer un aparte con el bingo valenciano. Que lleva años soportando una carga fiscal superior a la mayoría de autonomías y que viene significando un pesadísimo lastre para la economía de unas salas que no logran remontar el vuelo y siguen sin poder recuperarse desde los descalabros producidos por la pandemia. Que fueron extremadamente duros y sobre los que todavía no ha habido posibilidad de recuperación.
Cuando Ruth Merino hace hincapié en la realización de un sistema tributario justo para el territorio en lo que concierne al juego no tiene que realizar grandes estudios. Con asomarse a las políticas aplicadas por sus compañeros de partido en Andalucía o Madrid tiene más que suficiente. Todo un ejercicio de realismo ante situaciones manifiestamente injustas que demandaban de aplicar medidas de sentido común para facilitar la viabilidad de numerosos negocios y el mantenimiento de las plantillas de personal. Medicina que ha surtido efectos y facilitado la recuperación de quienes eran víctimas de un adelgazamiento económico progresivo. La receta es por tanto sencilla, realista y de resultados reconfortantes.
El juego de la Comunidad Valenciana lleva años clamando por una revisión fiscal que no se concreta. Con el cambio político operado se confiaba que los populares acelerarían la transformación del panorama tributario. Pero la vida del juego sigue igual, como cantaba Julio Iglesias. ¿ Hasta cuando habrá que esperar? Doña Ruth tiene la palabra.