El Expocongreso de Torremolinos marca el inicio del nuevo curso. Y éste no cabe duda que es su principal aliciente. Después del obligado paréntesis veraniego se reanuda la actividad plenamente. Las empresas y sus profesionales cargan las pilas para encarar la finalización del ejercicio y perfilar los planes del año nuevo. Y de manera muy especial la convocatoria brinda la oportunidad de reanudar las relaciones comerciales y, sobre todo, aproximar a las gentes del sector, establecer un marco de cordialidad, de reencuentros, de tomas de contacto que se han visto interrumpidas quizás más tiempo del aconsejable.
Recordábamos días atrás que Torremolinos guarda una larga tradición con el sector. Ahora se celebra la doce edición del Expocongreso pero hubo un antes en forma de feria. Que cuajó por factores que iban más allá de los meramente comerciales. Y que se mantienen e influyen a día de hoy. Resulta sumamente agradable visitar Torremolinos en éstas fechas, que deparan la posibilidad de disfrutar de una postal playera plegada de encantos con el plus añadido del pescaíto frito, las coquinas, las tortillas de camarón y un ambiente donde bulle la alegría y se convierte en moneda de uso corriente que sirve de pasaporte para estrechar las relaciones humanas.
Y luego está la contribución que la Junta de Andalucía hace al Expocongreso. Influyendo para que las invitaciones que se cursan a los reguladores autonómicos sean aceptadas. La presencia de unos cuantos directores/ras generales sin lugar a dudas influye en animar el cotarro y atraer la presencia de empresarios y profesionales de otras regiones. Esto no suele ser lo habitual en otras latitudes donde las administraciones huyen de compromisos formales con el sector. En éste sentido la Junta marca diferencias. Y hay que decirlo.