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DESDE LA AVENIDA Juan Ferrer

Todos lloran pero conviene distinguir

22 de junio de 2017

 Los del juego online saltan a la palestra para quejarse y llorar. Para pedir menos restricciones en sus acciones publicitarias y solicitar rebajas en la tributación. Estamos en una sociedad abierta y aquí cada quisque puede decir y pedir lo que quiera, Pero no creo yo que los operadores en la red estén de buenas a primeras tan jodidos como para ir pidiendo árnica. O puede que sí, pero en cualquier caso en lo tocante al juego hay que huir de los agravios y establecer equilibrios.

No voy a entrar en el tema online ni analizar su problemática. Entre otras razones porque me queda un tanto distante el asunto y no me despierta excesiva curiosidad. Lo que sí me cabrea y mucho es constatar que el juego presencial, ése que reclama de fuertes inversiones, de desvelos empresariales sin cuento y es capaz de generar cientos de empleos sigue castigado por una política fiscal que tiene visos de atraco. Porque cuando un caballero o una señora entran a una sala de bingo, por citar el ejemplo más sangrante, es objeto de un doble atraco: a su propio bolsillo y al del dueño del negocio. El primero comprueba, desanimado, que sus premios son ridículos y casi ni vale la pena cantar bingo, porque el pastelito se queda al final muy reducidito.Y el segundo porque su oferta, basada fundamentalmente en el factor premio, carece de tirón por obra y gracia de una tributación exagerada y estranguladora.

Nos vamos a las máquinas, y aunque en menor medida, sucede otro tanto. Por mucho que se reclama un cambio de calado en la fiscalidad las tasas hacen que los parques instalados vayan descendiendo sin darse respiro ante la mirada impertérrita de los señores de Hacienda, que son conscientes del desplome de muchas empresas, que no aguantan tanta sangría recaudatoria.

Aquí habrá que mirar al juego, físico o en la red, con mirada amplia y criterios objetivos. Y arbitrar medidas equiparables en cuestiones tan trascendentes como la fiscalidad, la publicidad o la promoción. Entre otros. Y medir quienes invierten, arriesgan y crean empleo y quienes afrontan menos exigencias de todo tipo. Y a partir de ahí actuar. Con sentido equitativo y de la justicia. Y una recomendación: a la hora de llorar hay que distinguir la naturaleza y veracidad de los lloros.