Lo que está aconteciendo con los salones y casas de apuestas en particular entra de lleno en un terreno que podemos calificar sin eufemismos de peligroso. Porque cuando cualquier protesta invade la calle aparece el descontrol, la sinrazón contagiosa que trata de imponerse a toda costa y la utilización de la demagogia para calentar mentes y excitar voluntades. Y ojo que éste puede ser el inicio de una mecha encendida que puede avivar el fuego callejero en sucesivas etapas. No cabe duda de que quienes mueven éstos hilos son expertos en la materia de manejar manifestaciones, armar mucho ruido y llamar la atención.
Y ante acciones de ésta naturaleza los políticos optan de inmediato por la solidarización, máxime en un tema de tan mala prensa como el juego que ahora se asocia torticeramente con los menores y su necesidad de protección. Y éste efecto solidario se traslada por descontado a las administraciones cuyos reguladores no son ajenos a éste ambiente enrarecido y adoptan posiciones al respecto. Que ya de manifiestan como limitadoras para una natural evolución o restrictivas sin más. Y que afectarán por efecto contagio a todos los subsectores.
Metidos de lleno en éste terreno peligroso ahora más que nunca se impone el intensificar los contactos de las asociaciones empresariales con los reguladores y sus equipos para reafirmar la predisposición del sector por el ejercicio de una actividad cada día más implicada con un sentido de la responsabilidad que en términos generales nunca dejó aplicarse y que existe voluntad de extremar en adelante. Las asociaciones deben de asumir ahora la delicada función de llevar hasta los gobiernos autonómicos la imagen de un sector serio y responsable que está siendo objeto de ataques tan desaforados como injustos.
