El ministro Alberto Garzón quiere imprimir celeridad a la Ley de la Publicidad del Juego. Un texto que ha desempolvado Juan Espinosa y que llevaba años dormido en los despachos del ministerio. Espinosa reconoció recientemente que no pensaba reincidir en el error de anunciar su aprobación porque cuantas veces lo había hecho fracasó en sus predicciones. Ahora parece que va en serio, entre otras razones porque en Consumo no hay mucha tarea y el juego es de los pocos asuntos que puede darle proyección al ministro Garzón.
Al texto intuyo que se le quitará el polvo acumulado, será pulido e incidirá en restricciones varias. El sector ha estado de acuerdo en abordar el tema de la publicidad y establecer un marco bajo criterios sensatos y que pongan coto a posibles excesos.
La postura empresarial pienso que está clara: sí al raciocinio de la publicidad pero sin distingos entre juego público y privado. Porque resultaría intolerable que se cercenara a unos y se protegiera a otros. Estoy en contra de los abusos de algunos anunciantes del juego privado. Pero también me cansa y me irrita tanta invitación a ser millonario, tanto viaje de ensueño y tantos sueños maravillosos como me brindan la ONCE y SELAE. Aquí o jugamos todos o se rompe la baraja. Y agravios, los justos.