Gobiernos autonómicos, ayuntamientos y otras entidades presionados por formaciones políticas de extrema izquierda están abordando, entre otros asuntos que les obsesionan sobre el juego, el tema de la publicidad. De manera particular el que afecta a las casas de apuestas. Todo ello ha encendido la mecha de una campaña cuyo fuego va extendiéndose de manera rápida por todos lados. Un fuego que es piedra de escándalo, voz de alarma y grito de guerra contra el juego y cornetín de alarma sobre sus peligros.
No faltan incautos que consideran que estos tíos del rojerío no se enteran. Que autonomías y municipios nada pueden hacer en este sentido porque la publicidad del juego excede de su ámbito competencial.
Quienes así piensan yerran. La izquierda radical pretende cortarle las alas al juego. Y para ello trata de conseguir que su vuelo sea bajo, si pudiera a ras de suelo a base de restricciones. Y para conseguir su objetivo, ha definido su estrategia: consistentes en ir creando estados de opinión contrarios al juego y sus peligros. Orquestando una campaña descalificadora, sin alcance real en muchos casos, pero que trasciende a los medios y crea conciencia descalificadora de la actividad. Va haciendo marcha, presionando y asustando, siguiendo un guión que irá dando resultados. O sea que sí se enteran. Y por eso piensan que sí se puede. Y ahí están, dando leña.