Y no puede porque carece de las dotes personales exigibles al desempeño de tan alta responsabilidad. Usted está al servicio de todos los ciudadanos que contribuimos al pago de su salario. Y no al del grupo radical de izquierdas al que está adscrito, que son minoría aunque armen mucho ruido. Usted no conoce la moderación, ni el sentido de la objetividad cuando aborda públicamente temas de su competencia. Y lo que hace es dar rienda suelta a su ideología y ciscarse con quienes no la profesan que son, por si todavía no ha caído en la cuenta, millones de españoles que se sienten agredidos por su sectarismo y sus mentiras fácilmente desmontables.
Olvidándose de su condición de ministro y poniéndose el traje de agitador, que tanto les gusta a sus compis y compas, el otro día salió por las clásicas peteneras comunistas para arremeter duramente contra el juego privado. Contra un sector legalizado, hipercontrolado que se atiene escrupulosamente a los reglamentos y disposiciones vigentes y contribuye con suculentas aportaciones a los erarios públicos. Y lo hizo no apoyándose en argumentos o análisis medianamente serios. Basó su exposición verbal en los tópicos más manidos y en referencias tan sobadas como falsas.
Demonizó a una industria seria y responsable que se afana cada día con mayor dedicación en hacer del juego una actividad segura y agradable. Y que consigue sus propósitos a tenor de los informes emitidos por las inspecciones realizadas por los cuerpos y fuerzas de seguridad del estado de los que usted no dá la impresión de enterarse.
Usted, ministro, mintió al asegurar que los barrios socialmente deprimidos están invadidos por las casas de apuestas. Rindió tributo a su filiación ideológica desempolvando el tópico de los ricachones que desvalijan a los pobres y no tuvo empacho alguno en descalificar con una maledicencia de cuño clásico a los empresarios de una industria tan respetable como cualquier otra. Y se le olvido, vaya memoria la suya, citar los juegos de Loterías y ONCE que para usted, al parecer, son pan bendito.
Ministro, si bien el departamento que ocupa demanda de poco trabajo, usted está incapacitado para seguir al frente del mismo. Ni tiene talante, ni categoría intelectual, ni sentido de la medida. Usted debe volver a lo suyo que es el activismo callejero. Tendría que hacer la maleta y marcharse a su casa o a la del pueblo, ya me entiende. Y millones de ciudadanos nos sentiríamos reconfortados. Resulta tremendamente pesado seguir aguantándolo. Y créame que siento tener que decírselo a la cara. Hubiera preferido ser un poquito más finolis pero lo de usted y sus compis me saca de mis casillas.