Esa es la pregunta que se formulan cientos de operadores tras sufrir en sus carnes y en sus bolsillos los efectos de la pandemia. Que no han pasado porque continúan golpeando con dureza la maltrecha economía de las empresas. Para salir de una situación tan dramática como la que estamos atravesando no sólo basta asumir pérdidas, que son cuantiosas, recurrir a créditos o ERTES y empeñarse en pelear lo indecible para tratar de salvar lo que está en riesgo que es la empresa.
Todos los pasos en éste sentido resultarán baldíos de persistir algunas de las administraciones autonómicas en incrementar las restricciones al sector del juego. De ignorar la gravedad de lo que acontece y endurecer el tratamiento a las empresas haciéndolas blanco de una desconsideración manifiesta, que en no pocos casos es producto de prejuicios ideológicos.
Si las administraciones no se muestran más flexibles, más receptivas ante la magnitud del problema, por mucha capacidad de resistencia que muestren los operadores no cabe duda de que muchos caerán en la fosa económica. No es posible sobrevivir en un mercado contraído por el miedo y la psicosis y unas administraciones que contribuyen con su actitud de no escuchar a cavar las tumbas.
