Rita Maestre, podemita de primera hornada, formaba parte del orfeón que dirigía Pablo y cantaba el sí se puede. Protagonizó aquélla entrada triunfal en un templo de Madrid con los pectorales al aire al grito de arderéis como en el 36. Con tan notable curriculum llego a concejala del Ayuntamiento de la capital donde continúa chupando del bote municipal. Luego ha devenido en Mas Madrid y es de la que jalea a Yolanda, la defensora de los obreros con vestuario de Chanel y aromas de Dior. Rita es en el fondo una pija recauchutada en el taller podemita del que han salido auténticas lumbreras.
Me entero de que Rita se largó recientemente de viaje a Las Vegas. Y de inmediato pensé: que audacia la de ésta mujer, que firmeza en sus convicciones ideológicas, que redaños tiene la tía que no duda en desplazarse a la meca del vicio y el pecado para defender sus principios y despeinarse, en éste caso con los pectorales a cubierto, para combatir la lacra del juego.
Me imaginaba a Rita delante del hotel Venettian o del Caesars Palace al grito de ¡abajo los casinos!, ¡ acabar con las ruletas y las máquinas !, ¡ilegalizar el juego ! y frases de corte incendiario mientras blandía pancartas condenando la actividad y se erigía en la musa del antijuego entre el clamor general de turistas y residentes.
Salgo de mi error. Resulta que Rita puso rumbo a Las Vegas para despiporrarse y pasarlo en grande. Y de paso para casarse. Eligió la ciudad en la que todo es fantasía, ficción, hipérbole y sueño de un instante como marco ideal para sus esponsales sin importarle un escenario tan lujurioso y jugador. ¿ Y si resulta que no dudó en apostar a la ruleta ?
Sí, amigos lectores. Esta es la Rita que en Madrid apoya los escraches a los salones, levanta la voz para pedir la desaparición de las casas de apuestas y se pone hecha una furia contra el sector. Y en Las Vegas dejó paso al olvido de semejantes minucias.