El presidente de la Generalitat Valenciana, Ximo Puig, anunció a bombo y platillo un plan de choque denominado Resiste y dotado con 340 millones de euros destinados a minimizar los daños y reactivar los sectores económicos más perjudicados por la pandemia como son hostelería, restauración y bares y actividades turísticas, artísticas y de ocio. En principio no se contemplaba el juego pero hay que confiar que quedará integrado dentro del plan.
FOTUR, la patronal del ocio y el turismo, se pronunció de inmediato declarando que la dotación se quedaba corta, que se imponía aumentarla en 15 millones de euros más y daba por hecho que el juego figuraba en los sectores afectados por la medida.
Al margen de enjuiciar si la cuantía económica de Resiste responde o no a los estropicios causados en un sector que, en términos generales, está gravísimamente tocado, lo que preocupa ahora del asunto son el tiempo y los criterios para facilitar las ayudas. Conociendo al ritmo en que se mueven las administraciones en general, y la valenciana en particular, hay que recelar de la posible celeridad de su puesta en marcha, máxime si caemos en la cuenta que la situación creada, de auténtica catástrofe, no admite ni dilaciones ni demoras. Porque resistir, ¿ hasta cuando podrán hacerlo miles de negocios que están literalmente con el agua al cuello, agobiados por la drástica reducción de ingresos y con un montón de deudas por satisfacer ?
O el plan se aplica con la rapidez y los criterios de urgencia requeridos por un ambiente de catástrofe o, como ha sucedido tantas veces, se llegará tarde y mal en ayuda de los que habrán dejado de resistir. Porque habrán caído sin posibilidad de recuperación.