No parece que el nuevo gobierno de la Generalidad de Cataluña ilusione o provoque una alegre sensación de cambio de escenario en el juego del territorio. Hablas con los empresarios de cualquiera de los subsectores y adviertes en sus palabras un cierto halo de resignación, un esperar poco o nada de los que han retomado el poder. Una Comunidad del nervio, el afán emprendedor y el sentido innovador que ha distinguido a Cataluña, y que se reflejaba también en el juego, aparece en la actualidad aletargada, carente de pulso vital, tumbada a la siesta de aquéllos que no quieren despertar de un mal sueño.
Todo sigue inamovible en Cataluña y así es imposible avanzar, implicarse en el esfuerzo, pelear por dar pasos al frente. Quienes mandan siguen emperrados en sus paranoias republicanas independentista, en su visión deformada de una realidad falsificada a capricho. En una vesania que se intensifica y lleva directamente al psiquiatrico. No es de extrañar que ante panorama tan hostil para la normalización de la vida cotidiana el juego haya entrado en estado catatónico. Con la esperanza de tiempos mejores como quien dice perdida.