Es un contrasentido pero responde a una realidad objetiva: Se han dado casos y alguno perdura de nombrar como responsables del juego a tipos que odiaban al juego. Y con sus actitudes no se cortaban un pelo llegado el momento de exteriorizarlo. Tipos que apenas podían ocultar su contrariedad por la responsabilidad encomendada y apenas se esforzaban en el disimulo: estaban muy a disgusto en el cargo, excepto para recibir la tela cada fin de mes, y les jodía un montón todo lo del juego.
Históricamente hubo un caso paradigmático de ése odio al juego, de ésa tirria feroz y descarada hacia la actividad. Lo protagonizó aquél inefable Santiago Mendioroz, Santiaguito el adusto para entendernos, al que eligieron para la secretaría de la entonces Comisión Nacional del Juego y le dieron una patada en salvada sea la parte .
El hombre no se cortaba un pelo y proclamaba su inquina al juego de palabra y obra. El tío hizo barbaridades y se hartó de amenazar a los que osaban criticarle. Yo uno de ellos. Además, el personaje en cuestión tuvo un antecesor que era su antítesis: Cases Méndez. Un ejemplo en cuanto a caballerosidad y curiosidad permanente y atenta a las cuestiones del juego.
Pero no crean: la especie a que aludimos no está extinguida. Todavía queda algún digno representante. ¿ El nombre ? Silencio, se rueda.