Mal que nos pese está certificado: España es en la actualidad el reino de las medianías políticas. Un simple vistazo a la generalidad de quienes ostentan la representación de la soberanía popular nos pone delante de una fotografía coral donde sobresale mucha cabeza de chorlito, una legión de señoras y caballeros con curriculums profesionales tan pobres, tan escasos en lo que concierne a méritos acreditados en el campo de la empresa y el trabajo que explica porque el parlamento presenta un bajísimo nivel intelectual y, si me apuran, moral.
El paradigma máximo de ésta depreciación política, de ésta caída de valores en aquéllos que teóricamente están obligados a tenerlos, adquiere su mayor relevancia en la composición del gobierno de España. Un gobierno que en los años de la transición estuvieron las principales lumbreras del país, los más relevantes en muy distintas disciplinas. Y que ahora ocupan gentes de una pobreza intelectual y de una manifiesta falta de ideas que invitan al asombro. Y que nos hacen preguntarnos: ¿ En qué manos hemos dejado el rumbo de la nación ? Porque vistos los hechos que se suceden es para asustarse.
Salidas de tono, disparates, demostraciones de ignorancia por parte de miembros del gobierno dan para comentar y reír. Las estupideces abundan y los destrozos al diccionario y a la lógica se suceden. ¿ Puede una señora ministra ante la tragedia medioambiental y humana que vive La Palma como consecuencia del volcán en erupción decir que el hecho puede constituir un excelente recurso turístico ? ¿ Y oír decir a todo un presidente que aquí se ha vacunado sin tener en cuenta la ideología del ciudadano ? Es lo último de una sarta de imbecilidades que denotan hasta que extremos estamos llegando con una clase política de tercera división. Y quizás les concedo excesiva categoría.
